lunes, 17 de junio de 2013

CASI LUEGO, CASI TARDE





CASI LUEGO, CASI TARDE

Tú,
siempre serás tú.
No habrá abracadabra que te cambie. 

(Ana María Iza
Hoy llegas casi luego, casi tarde,
con iris compungidos,
sonrisa de galán hollywoodiense,
vaqueros desteñidos, camiseta
y náuticos manchados tierra adentro.

Expandes tu palabra entre la gente,
las féminas te miran más que escuchan,
las plumas en tu espalda forman rueda
con un despliegue de abanico
como un pavo real en su cortejo.

Más vale que no pidas opiniones,
lanzándome miradas incendiarias,
te arriesgas a que diga lo que pienso
y tal vez no sea ya tan educada…

Me guardo los epítetos certeros
que pugnan por soltarse de mi lengua;
porque, después de todo, llegas tarde,
cuando ya no es momento
de andar gastando el tiempo con adornos
ni recurrir a un léxico indecente.

viernes, 14 de junio de 2013

DESPUÉS DE TODO




DESPUÉS DE TODO

Llévate el lobo azul
Déjame el lila pálido
(Ana María Iza)
Parece que, después de todo,
ese brillo que encendía la mirada
y parecía un imán entre dos seres
no tuvo la lectura más correcta…
Esa luz que desprendían las pupilas
era de lobo hambriento y al acecho
para cercar la solitaria presa
que tarde o temprano atraparía
para jugar con ella entre sus garras.

Parece que, después de todo,
aquellas mariposas que volaron
—ocultas en la línea del diafragma—
mientras trazaban rumbo de cosquillas
anegando de sonrisas el miocardio,
no eran sino polillas invasoras
que dejaron hecho un trapo el corazón
—vaya agujeros—
antes de ir a morirse en sus esquinas.

Parece que, después de todo,
aquí no pasó nada o casi nada…
Sobre la piel del lobo se quedaron
unas cuantas polillas medio muertas.
Y una caperucita tropezó
al derramar su miel, por ser incauta.

martes, 11 de junio de 2013

FRIVOLIDADES

FRIVOLIDADES

Hay días malos, días que crecen
en un charco de lágrimas.
(Blas de Otero)

Podría nombrarte presidente,
ministro plenipotenciario
de un reino de tristezas.
Eres causa de llantina,
de suspiros que me ahogan
y no alivian —ni un poquito— este mosqueo
que oprime mis entrañas.
Podría nombrarte, si estuvieras…

Adónde mando tanto enojo
si no te das por enterado,
como esos diputados incapaces
—enfermos de avaricia—
posesos de congénita sordera,
cegados por su sombra:
única estrella en el Congreso.

Hoy, entre trasiegos y binomios
de vida complicada y de dilemas.
podrías sentirte, como ellos,
nefasto dirigente
de un amplio reino de tristezas.

Has levantado piedra sobre piedra
murallas de dolor donde me atrapas
sin ganas ya, sin fuerzas y sin voz.
Como ellos consiguieron con nosotros:
me tienes indignada.

Ahora te investiría presidente
de este amplio territorio de aflicción,
aunque ojalá no llegues a enterarte;
opinarías que son frivolidades
entrar a comparar nuestras desdichas
con las de estar regidos por felones…

Hoy siento la amargura
de tener que sufrir —sin más remedio—
el lastre de vivir tanta injusticia
en medio de tu apática sordera,
y en un pueblo asqueado de traiciones.