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DESDE TAN ATRÁS
Perderse
en el tiempo, este tiempo que derrama su cansancio sobre ti, este tiempo del
que has emergido desde tan atrás, como un nadador -o un náufrago-, empapado de
vida, impregnado del salitre que dejaron los años sobre tus cabellos. Perderse
en ti, en el acerbo arco de tus labios, amarga cimbra que impide que me
alcancen tus palabras. Sólo ellos, tus labios, me hipnotizan… se curvan, se
cierran, se abren dejando escapar sonidos que no comprendo. Sonidos que se
diluyen en el aire, mientras miro tu boca, la de entonces, la de ahora.
Perderme en tu boca, capturar las palabras con mi lengua, apresándolas, para
que no se deshagan en el aire, sus letras firmes como tus dientes, húmedas como
peces de saliva.
Y esta
luz que me atrapa, surgida desde un grito que se adentra en mis pupilas, es la
voz de tus ojos. Ellos me llaman con nombres que no conozco, con extraños
nombres de agua, que me envuelven como
olas. Nombres de arena que me cubren de cuarzo, multitud de partículas -como tamo
de astros-, residuos de un pasado inasible, lejano, lejano…
Y
te miro y me pierdo en el tiempo, ignoro tu nombre. Y los nombres se agolpan
como gotas de agua. Al filo de mi boca se agita un vuelo de vocales, se agarran
a mis labios; las consonantes permanecen en la sombra. Estás ante mí, náufrago del tiempo, nadador
del espacio. No sé quién eres, sólo sé que te amo. Y que esto es un sueño.
María Sangüesa