lunes, 30 de agosto de 2010

DULCE MARÍA LOYNAZ: POEMA II (POEMAS SIN NOMBRE)


Ayer fue uno de esos días dedicados a la amistad. Nos reunimos alrededor de la mesa, desde las dos de la tarde hasta las diez de la noche, un grupo de amigos que fuimos dejando que la conversación fluyera de manera distendida y amena, saltando de un asunto a otro, con espontaneidad y buen humor.
En un momento dado, saltó el tema de los blogs, de las cinco personas allí reunidas tan sólo una no había escrito jamás un poema o compuesto alguna música, aunque sí que es un buen ensayista. Su opinión fue que tener y mantener un blog es, en cierto modo, un acto de narcisismo. Para otros era una forma de comunicación y difusión de la propia obra y de la de quienes se admira; incluso hubo alguien que dijo que, en el fondo, subyacía en muchos de ellos (comenzando por el suyo) una manera de exhibicionismo...
En fin, puede que todo esto, en mayor o menor medida, pueda encontrarse en la red. Cuando llegué a mi casa, antes de dormir, hice lo que tantas noches suelo hacer: abrir uno de mis libros de cabecera, al azar. En este caso, la elegida fue Dulce María Loynaz. Y, como de costumbre, sus palabras me dieron la respuesta que necesitaba.

POEMA II

Yo dejo mi palabra en el aire, sin llaves y sin velos.
Porque ella no es un arca de codicia, ni una mujer coqueta que trata de parecer más hermosa de lo que es.
Yo dejo mi palabra en el aire, para que todos la vean, la palpen, la estrujen o la expriman.
Nada hay en ella que no sea yo misma; pero en ceñirla como cilicio y no como manto pudiera estar toda mi ciencia.

Dulce María Loynaz.