martes, 19 de marzo de 2013

LA SONRISA DE CIRCE


LA SONRISA DE CIRCE

A veces, la verdad se desploma como como granizo en la tormenta, el alma se hace trizas bajo el peso del hielo. La boca siente que es barro y no agua lo que bebe, turbio cieno que anega la garganta. Toxicidad de tragos de veneno que asfixian la pureza del canto, ese canto que fluía entre los labios y soltaba el vuelo de lo hermoso hacia espacios de luz…


Ponzoña del engaño, mentiras que desgajan sendas nacidas en cumbres de inocencia. Embustes que corrompen la bondad de la conciencia. Sí, pero de la conciencia de quien miente y no de la del defraudado. Así, no el dolor, pero sí el daño es mayor para quien vive fingiendo dobles vidas en su vida, es más intenso para el farsante que para quien ha sido vulnerado en su  confianza, deslumbrado por palabras que iban celando sombras de camelos, entre dulces frases de falso idealismo, o de dolosa espiritualidad.
Y ahora el légamo. Lodo en todo lo insincero, lo postizo, lo ilusorio, lo teatral. La boca escupe el cieno que atraganta la glotis, expele ese veneno -con fuerza- sobre quien lo generó. Y la verdad, la verdad desnuda, en su integral pureza, le ofrece un manantial de agua transparente, nacida del hielo que se va licuando desde el alma recompuesta, para limpiar cualquier mácula de daño. Mientras el légamo asfixia a quien se revuelca en el hondo barrizal de sus mentiras. Y Circe sonríe, ya no ejerce su magia, no convierte en cerdos a los traidores… sólo mira, es consciente de que los humanos no saben hozar. Sólo se ahogan.

4 comentarios:

JOSÉ LÓPEZ MATEOS dijo...

Mi querida María: a veces en esta vida la verdad no vence.En muchas ocasiones la verdad está en el silencio.Pero siempre, siempre, el sufrimiento se vence con la ayuda del amor.Tu relato acrecienta más si cabe tu gran sensibilidad. Un beso

La Solateras dijo...

Es un hermoso texto cargado de verdad; y de amargura. Pero la amargura también es bella cuando se expresa con tanta emoción.

Un beso, María

ANTONIO CAMPILLO dijo...

¡Qué bella y lacerante prosa, María! Y las graves punzadas mortales a la mentira y el deshonor deben quedar fuertemente clavadas en los cuerpos de aquellos que ni siquiera pueden ser transformados mágicamente en cerdos porque su vileza es tal que no son humanos. Circe tendría un gran trabajo para realizar conjuros a seres no humanos.
La amargura que expresan tus delicadas palabras, sin insultos, sin nombres que todos sabemos, sin el deshonor que ellos provocan en nosotros, sus siervos a petición propia o rechinando fuertemente los dientes, son de alguien que posee lo que jamás poseerán: inteligencia.
Una durísima, certera y real prosa a quien ni siquiera sabrá comprenderla, ni la merece por ser tan perfecta.

Un fuerte abrazo, querida María.

Amando Carabias dijo...

Hermoso el texto, María, pero cuánto dolor destila, lo que no quiere decir que no exista, un dolor que como señala, Antonio, de algún modo u otro todos estamos sufriendo en estos tiempos que corren.